domingo, 15 de julio de 2007

Basta Ya

Era una tarde de frío. Transitaba por la zona mirando las vidrieras. Mi mente estaba despejada. Crucé a la vereda de enfrente y seguí el recorrido. Iba en sentido contrario a todas las personas que paseaban por Chacabuco. Una, dos, tres mujeres se cruzaron por mi cara hasta que lo ví.
Lo reconocí por su forma de caminar: pausada.
Llevaba las manos en los bolsillos y esa remera verde que yo amaba tanto.
La última vez que hablamos prometió llamarme. Nunca lo hizo.
No pude enfrentarlo. ¿Cómo haría para mirarlo a los ojos sin llorar? ¿Cómo iba a saludarlo? ¿Estaría sólo o habría encontrado a alguien más? ¿Quién pasaría las manos por su espalda?.
No quise enfrentarlo. Asique dí la media vuelta y empecé a caminar rápido. Me llevé por delante varias personas que estaban delante mío. No me importó. Yo sólo quería huir de esa situación. Tenía miedo de que gritara mi nombre asique comencé a correr.
Desaparecí entre la gente. Como lo hizo él aquella vez. Esta vez me tocaba a mí. Escapar. No dar explicaciones. Esta vez era yo la que no quería contar cosas de mi vida.
La última vez que hablamos me recordó que dentro quince días era mi cumpleaños. Esperé su llamado. Nunca lo hizo.

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