martes, 14 de agosto de 2007

TriSteMente CéleBrE

Aunque el entrevistado no es alguien conocido me gustaría compartir con ustedes una parte de la historia de este hombre: actor y luchador de la vida.
Tal vez sea el costado que nunca me animé a explotar, pero mientras la escribía sentía como si estuviera viviendo en esa historia. Además, porque de algún modo me siento identificada en el título que escogí.
Dedicada a "Tí".

"Hasta la próxima, hasta la próxima", se despide a coro con su compañero de escena haciendo muecas exageradas. Parece que es el pie para que los niños se rían y dé lugar al remate, peor no sucede. Ocultando ese bache trata de pasar su pesado cuerpo por una puerta diminuta que da a un costado del escenario. Acomoda sus orejas gigante de Shrek, el ogro más famoso de Disney, y sube disimuladamente sus calzas marrones, que claramente son para un hombre con quince kilos menos.
El salón azul desborda de gente. Es jueves y aunque son las siete y media de la tarde el sector permanece repleto de niños que esperan la salida triunfal de este personaje, una extraña mezcla de ogro y monje del siglo XVII.
Veinte minutos más tarde lo veo salir por la puerta diminuta, pero esta vez sin sus orejas de utilería. Su torpe andar me permite reconocerlo. Se pierde entre la multitud y reaparece con una sonrisa en la cara. Lleva un bolso cargado de cosas, calculo que la ropa del personaje que interpreta todos los días de la semana.
"¿Empezamos?", dice como si estuviera dispuesto a responder todas mis preguntas, Lo invito a sentarnos en un cubículo verde de madera que forma parte de la escenografía de su obra. Se sube el jean (que si llegara unos centímetros más arriba lo ahorcaría) y comienza su discurso. "La edad no te la voy a decir.Calculala vos. Nací en Banfield, al igual que Cortázar, en 1957. no es que me importe la cantidad de años que tengo, pero no me gusta escucharla de mi boca. ¿Entendes?".
Carlos Canosa es actor y profesor de teatro. De pequeño supo que su vida estaría ligada a esta profesión. "Mis padres quería que fuera cualquier cosa menos comediante. Viste lo que son las vueltas de la vida, ¿No?, larga una carcajada y abre sus manos como haciendo un gesto de resignación. Siempre tuvo en claro que le sería difícil mantener una familia con una carrera que no siempre ofrece continuidad laboral y mucho menos una seguridad económica. Quizás ése fue el motivo por el cual aceptó trabajar durante veintiún días en la Feria del Libro interpretando una adaptación de los textos de "Pulgarcito, el cocinero" y "Esta boca es mía" de la dramaturga Patricia Suárez. "Conocí al director de la obra de casualidad y me ofreció este laburito. Estar en la Feria es importante porque ya tiene un espacio ganado;de por sí asiste mucha gente y facilita la cantidad de audiencia", asegura.
"Estoy acá todos los días, incluso el 1 de mayo, o sea que puedo considerarme el primer trabajador, como Juan Domingo", Canosa se acomoda en la banqueta y mete sus manos dentro del polar verde. "Es parte del contrato que firmamos con la editorial Estrada. Trabajo desde las dos de la tarde hasta las siete y media, pero el horario más arduo es de tres a cinco y media porque es cuando vienen los colegios". Mientras detallada emocionado el argumento de la obra comienzo a pensar que este hombre, por más fuera de estado que parezca, debe tener un gran entrenamiento ya que sube a actual ocho veces por día. No debe ser fácil hacer una obra con ruido constante y entre tal muchedumbre.
A simple vista parece muy abierto, pero en el transcurso de la charla aflora su costado más reticente. Elude de una manera elegante las preguntas que tiene que ver con su vida privada cambiando de tema repentinamente. En tres ocasiones disparó: "Tratame de vos. ¡Por favor!. Tengo 28 años y me tratas de usted". Me invita a caminar por los pasillos de la feria. Acepto. Recorremos 20 metros juntos hasta que desaparece. De pronto su voluminosa panza se presenta ante mí: "Para aflojarnos un poco", me dice con una sonrisa pícara y dos Fernets. Retomamos el paseo por el lugar. Mientras caminamos por los seis pabellones saluda a cuanta persona se le cruza en el camino. "Es que estar tanto tiempo acá hace que te relaciones con mucha gente", cuenta como si el reconocimiento incluyera firma de autógrafos.
Desde el comienzo de la feria su vida se vio afectada por un desorden cronológico. A pesar de aprovechar al máximo el tiempo que pasa en su casa, es consciente de que no están contentos con su ausencia en estos días. "Antes contaba con las tardes para estar con mis tres hijos. Tengo uno de veintiuno, otro de trece y el último de siete. Si no tuviera que laburar acá estaría con ellos jugando a la oca o a la generala". Cuando se refiere a su familia se queda pensando. Mira fijo a un punto, abre grande los ojos y vuelve a retomar la charla. "Con mi mujer llevamos veinte años de casados. Con ella se me hace difícil la relación. Más aún sabiendo que me la paso acá encerrado por seiscientos pesos". Se hace un vacío en la charla y descarga: "Nunca pagan bien, pero la ventaja de estar acá es que me pueden ver de otras editoriales y puedo hacer nuevos contactos para distintas obras". Pregunta la hora y dice: "Ahora tendría que dar clases, pero no voy a ir.Estoy cansado".
La feria continúa llena. Se hace difícil la circulación y lo invito a tomar asiento nuevamente, esta vez en una de las mesas de un café. Desde ahí puedo apreciar el lugar desde otro ángulo. Ahora me cuenta que por las mañanas, además de dar clases en una escuela de formadores actorales, también trabaja en la secretaría de Educación con chicos de la calle. "Trato de sobrevivir con la profesión que elegí. Eso es lo que no entiende mi familia. A ver, ¿Vos crees que soy un padre distinto al resto?", me pregunta como atajándose. Sin esperar la respuesta, retoma: "Cuando llego a casa, aunque esté muerto, trato de jugar con mis hijos o de ayudarlos a hacer la tarea. Eso sí, a las once a dormir porque tiene que ir al colegio".
Durante su estadía en la Feria del Libro, Canosa desarrolló varias técnicas para poder actuar y no perder el personaje. Asegura que la concentración es esencial. Agita un sobre de azúcar y como un sabelotodo cita a Stanislavsky y a su cuarta pared. Ya pasaron tres horas desde el comienzo de la charla. Carlos mira su reloj, levanta su mirada y esboza un ruido similar a una ese, pero para adentro:"Me tengo que ir. Mi mujer me va a matar.Además, tengo un viajecito en colectivo hasta llegar a casa", se excusa mientras cuelga en un hombro su bolso, en el otro el abrigo y prende un cigarrillo. Salimos juntos de la feria. Lo acompaño hasta la parada. De lejos veo venir el pasaporte que lo llevará al reencuentro con su familia. "Ahí está el 36. Chau piba", se despíde y me da una palmada en la espalda. De a poco el colectivo se aleja. Mientras camino voy pensando en como será el recibimiento en su casa. Quizás hoy Canosa logre que su familia reconozca su esfuerzo.

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