sábado, 15 de marzo de 2008

Mano a mano (Parte II)


Tres pisos en absoluto silencio. No te miro. Te hablo, pero no te miro. Vos sí lo haces. Aunque también estás nervioso levantas la vista y me mirás. Mientras tanto, el ascensor sube lentamente.
Entro a tu casa. Es tal cual la imaginé. Me siento en el sillón y me ofreces algo de tomar.
Te miro. No puedo creer que esté sentada en tu living, espiando cada recoveco de tu casa. Observo tus fotos, los cuadros, los adornos ¡Tenés adornos!
Es muy raro todo. Salgo al balcón porque necesito aire.
Tengo ganas de confesarte que moría por verte. No sabes cuánto esperé este momento. Tanto que, ahora que llegó, me dan ganas de salir corriendo por esa avenida. La misma que da a tu balcón. Pero no puedo confiarte semejante pensamiento. No debo hacerlo.
Mientras cocinas me contás sobre tu vida. Para ser honesta no puedo concentrarme en lo que decís. Te veo cortar las verduras y aunque estoy en tu cocina, mi cabeza está en otro lado.
Contemplo tus ojos. Focalizo en tu boca y tus gestos.

El tiempo pasó, pero seguís igual. Tu risa es la de siempre, incomparable. Ahora recuerdo cuánto me gustaba escucharte reír.
La mesa está servida para dos. Velas, mantel colorado y una botella de champagne acompañan el momento. De a ratos pienso que estás intentando seducirme, pero después te ponés en esa pose de “amigo copado” que no te queda nada bien.
No me importa. Hoy, pase lo que pase, estoy dispuesta a disfrutar.
Antes de venir pensé en miles de cosas: cómo sería el reencuentro, de qué hablaríamos, cómo comería y cómo me sentaría a tu mesa. También cómo iba a impresionarte, pero ¿Sabés qué? Ahora que te tengo cara a cara prefiero ser natural.
La charla continúa. Te gusta hablar. Mejor dicho, te gusta saber. Sin reparos preguntás cosas. Algunas te las cuentos, otras prefiero guardarlas.
Es todo tan especial que no quiero arruinar el momento. La estoy pasando tan bien.
La verdad : no puedo dejar de mirarte y estoy más nerviosa que cuando llegué.

Ahora sé que tu belleza sigue intacta. Tu piel desprende un rico aroma. En definitiva seguís apuesto como siempre y, me atrevería a decir, aún más.
La cena estuvo increíble. La sobre mesa, mejor.
Estoy sentada a tu lado. Los dos, en completo silencio miramos las fotos que cuelgan en la pared. Puedo sentir tu perfume, otra vez. Estamos cerca. Hombro con hombro, pero nos miramos de reojo. Los dos lo sabemos.
Todavía no logro descifrar tus intenciones: si es una cena de amigos o es terminar con algo que quedó pendiente. Me pregunto si te morís por besarme.
Me recuesto en tu sillón boca arriba. Te recostás a mi lado de la misma manera, sin tocarme ni rozarme. Los dos seguimos en silencio hasta que suena ese tema en la computadora ¿Podrías haberlo hecho a propósito? No lo sé. No me interesa. Este momento es tan perfecto que nada importa.
Miro mi reloj. Creo que ya es hora de que me vaya. Mañana tengo un día largo, terrible y demasiado largo.
Qué momento tan desafortunado el de la despedida. Un beso, un abrazo y a caminar por la avenida. Esta noche quiero caminar. Lo de recién fue demasiado fuerte como para pasarlo por alto. En realidad, no sucedió nada. Creo que para mí fue más importante. Es que después de veinte años comí en tu mesa, espié tu pasado y me senté a tu lado.
¿Volverás a llamarme? No lo sé, pero me llevo tu recuerdo, hermoso por cierto. Me quedo con tu aroma, tu abrazo infinito y tus palabras ¡Qué agradable suena mi nombre cuando vos lo pronuncias! Nunca nadie lo convirtió en algo tan, pero tan maravilloso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

quiero parte 3!!!
quiero parte 3!!!
quiero parte 3!!!
que linda historia amiga,
usted disfrute, aunque sea con imaginarla...pero disfrute!
besos
m

Ninna Salusso dijo...

Ay M te quiero tanto, pero tantooo!! amiguita del almaaa!

Besotón!