domingo, 13 de abril de 2008

Recuerdos IV

Y después de casi un año se volvieron a ver. Los tres sentados en una mesa como si el tiempo no hubiera pasado. Cada uno a su manera, con su estilo de vida, pero con las personalidades intactas.
Estaban más grandes, maduros y sinceros. Los sentimientos y pensamientos a flor de piel.
Mirarse y reconocerse, aún hoy, en el otro.
Tantos buenos momentos juntos.

Después de unas horas los dos permanecieron en el centro del lugar. Mirándose a los ojos con la música de fondo y rodeados de personas. Sólo se miraban. Todavía podían reconocerse. Un abrazo cálido(como los de esas noches en la parada del 60) llegó repentinamente para sanar su corazón. Se sintió en paz y protegida. Se reencontró con la persona que alguna vez había sido.
Cerró sus ojos y se aferró fuerte a su espalda. Aunque él no se diera cuenta, soñó durante esos minutos y volvió a aquellos años: dónde no todo era tan difícil y la vida daba más de lo que pedía.

Se despidieron en el mismo lugar de aquella vez. Una escena repetida: los dos corriendo al compás del colectivo. "Llamáme cuando llegues", dijo él. Ella se subió, pidió un boleto de $1,50 y, mientras buscaba un asiento, lo vió alejarse lentamente.
Una vez que logró sentarse, apoyó su cabeza en el vidrio y durmió todo el viaje de regreso a su casa.
Esta vez lo hizo con una sonrisa. Estaba contenta de haber asistido al reencuentro.

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