jueves, 28 de agosto de 2008

Entre dos tierras



Estoy parado en la vereda de enfrente. Voy a confesarle la verdad. Aunque duela. Aunque llore.
Cruzo la calle. Me paro frente a su puerta y me doy cuenta de que estoy un poco nervioso.
La noche que la conocí recuerdo que llevaba una cinta negra en su pelo. No pude quitarle la vista de encima. Tres meses después estábamos conviviendo.
Me siento terrible porquería. Ella no se lo merece, pero yo tampoco.
Toco timbre. La puerta se abre y detrás aparece ella que paradójicamente trae puesto aquel lazo negro.
Luce distinta. Ella sabe que no me gusta besarla cuando está maquillada. Detesto quedarme pegado al sabor melón de sus labios. Sin embargo, hay algo más. Su actitud es otra. Tal vez ya lo sepa.

-Necesito hablar con vos
-Mi mamá nos regaló un juego de sábanas divino...

Estoy nervioso y las palabras no me salen ¿Cómo se lo explico? No es una situación normal o sí. Hoy en día ya nada sorprende. Fueron casi diez años y justo a uno de casarnos me vengo a cruzar con su mejor amigo en aquel lugar.

- Necesito decirte algo
-Hoy te fuiste y dejaste todo tirado gordo ¿Podrías ser más ordenado, no?
-Escucháme un segundo...


Suena el teléfono. A su hermana la conocí en una reunión familiar.
Ella y su hermana no se parecen en nada y eso fue lo que me llevó a hacer lo que hice.

Después de un rato me doy cuenta de que ella está hablando con su hermana.
Ahora, sí que se la ve realmente cambiada.
Corta el teléfono. Se da vuelta y me mira.
Le sonrío. No me sonríe.
"Seguro ya lo sabe", pienso.
Ella toma aire. Va a decirme algo.
Yo, trago saliva.

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