lunes, 23 de marzo de 2009

Pagina 117


Las piernas le pesaban. Tenía los pantalones mojados hasta las rodillas. Las zapatillas iban dejando huellas por el pasillo de su casa. Dejó el piloto sobre la silla del cuarto y se tiró boca arriba en la cama. “¿Cuál es el camino que tengo que tomar?”, pensó y se puso a llorar en silencio para que nadie la oyera.
El dolor del alma le llegaba hasta los huesos. No comía hacía días, pero poco le importaba. Buscaba una respuesta, una señal, algo que le indicara que hacer. Y así fue que recordó aquel libro que se había ganado en un sorteo durante una clase de su taller.
Su profesor para consolarla le había jurado que daba respuestas mágicas en momentos límites. Ella quiso creerle y lo guardó sin hacer preguntas.
Esa noche, mientras creía que todo estaba perdido, abrió una pagina al azar:


“Un verdadero guerrero sabe perder. No trata a la derrota como algo indiferente, usando frases tales como “Bien, esto no era tan importante” o “A decir verdad, yo no quería realmente esto”.
Acepta la derrota como una derrota, sin intentar transformarla en victoria.
Amarga el dolor de las heridas, la indiferencia de los amigos, la soledad pérdida. En estos momentos se dice a sí mismo: “luché por algo y no lo conseguí. Perdí mi primera batalla”.
Esta frase le da nuevas fuerzas. Sabe que nadie gana siempre, y sabe distinguir sus aciertos de sus errores”.

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