sábado, 19 de diciembre de 2009
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Y ahora que me voy lejos, lo más lejos que pude, es cuando empiezo a mirar con cariño lugares que, antes, eran insignificantes. Las calles de mi barrio, el kiosco de la vuelta, el supermercado chino, la casa de Nelly, las calles de piedra de Cisneros, la parada del colectivo.
Ahora junté valor y llené el cajón con vasos, platos y tenedores, me compré los cuadros que siempre quise tener y los voy a colgar en mi pared, alquilada, refaccionada y pintada.
Ahora me vienen a la mente personas que siempre estuvieron conmigo. 27 años en un mismo barrio es mucho tiempo. Lali y Renato, Naty, mi vecino “El alemán”, Estela, Mauro “El monaguillo”, Nelly y Coqui, la abogada de la otra cuadra, Witty y Lisa (que en paz descansen), mis padres y mi hermano mayor.
27 años en una misma casa es, para mí, casi toda una vida. Los juegos en el jardín, la pileta en verano, el eco del pasillo, el limonero donde solía treparme, mi hermano Leandro y su batería, mi hermano Leandro y sus motos, el TEG, el grabador del quincho, mi hermano Andrés y sus abrazos de bienvenida.
Ahora que me voy para no volver, ahora que mi cuarto deja de ser mi cuarto para convertirse en “escritorio”, ahora que dejo de hacer el mismo camino de siempre y empiezo otro que me lleva a mi nuevo hogar, es cuando pienso que la vida hace y deshace a su antojo.
No sirve planear, armar y colocar. De buenas a primeras, el viento arrasa con el castillo de naipes que uno armó y otra vez… volver a empezar.
Es muy probable que si uno piensa en negro termine siendo blanco. Al fin y al cabo, nada es como uno cree. Nada.
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2 comentarios:
ese texto, qué lindo es. tiene el sentimiento y la música que sólo un corazón gigante puede ponerle.
mitad sirenita, mitad leona.
DG
Gracias Facu!
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