viernes, 22 de enero de 2010

Creer o reventar


Salí de la redacción. No tenía mucho más por hacer, sólo tenía que llegar a casa antes de las 20:30 para ir a box.
Caminé unas cuadras por la avenida hasta que entré a una librería. Una costumbre que solía tener en aquellas épocas, cuando ir al taller literario era lo único que alegraba mi semana.
Ojeé, unos, dos, tres libros, hasta que a una señora se le cayó del estante más alto, uno de dos por dos: “Parejas toxicas”, decía en la tapa.
Debo confesar que nunca fui “habitué” de esta clase de publicaciones. Es más, creo que todas dicen lo mismo, por eso sus autores siempre terminan acusados de plagio.
Algunos, dicen que cuando abrís un libro en una página X, encontrás la respuesta que tanto estás buscando.
Lo cierto es que (lastimosamente) revisando a escondidas para que nadie se diera cuenta que mis manos sostenían un libro de ése calibre, encontré la respuesta que tanto esperé, y nunca llegó:

“…Cuando uno de los integrantes de la pareja es sometido a interrogatorios sobre su vida pasada y sobre la profundización de sus relaciones y sus afectos, comienza a querer “atenuar” la verdad, a “disfrazarla” para que no sea tan explosiva. Como si uno tuviera algo que ocultar o fuera “culpable” de algún hecho. Pero como el “interrogador” tiene grabados a fuego en su mente los detalles que le fueron provistos, (error número 1), ante cada falta de correspondencia, ante cada inexactitud se pone más y más furioso. En suma, no hay forma de “zafar” del interrogatorio casi policial, en el que se libera una gran carga de agresión y deseo de posesión que se disfraza de amor…”

“…El pasado no se puede cambiar; no puede desaparecer por más que ese alguien se lo proponga. Por lo tanto, es un punto de fricción “ideal” para volver cada vez que sientan deseos de agredir: la pareja tóxica encuentra, en estas escenas, un alimento sustancioso para mantener el nivel de toxicidad…”.

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