Ojalá supiera lo que querés decirme cuando me miras de esa manera. Supongo que estás pidiendo ayuda. Querés que todo esto acabe. Ni tu cuerpo ni tu alma pueden con tanto dolor.
Lamento que tengas que verme así. Me gustaría ser más fuerte y no llorar. Lamento ponerte triste y que vos también llores.
Algunos dicen que son las cosas de la vida, pero todavía no lo entiendo.
Dame tu mano. Voy a apretarla fuerte y no voy a soltarla. Quedate tranquilo. No voy a irme esta noche. Me quedo a cuidarte, y voy a intentar descifrar qué es lo que dicen tus ojos. Esos que siempre amé. Los que siempre me cuidaron. Los que me vieron crecer y equivocarme. Los que me vieron sonreír y ser feliz. Los que me despedían en la entrada del colegio o me iban a buscar a la salida del boliche. ¿Te acordás de aquellas épocas?.
Sé que hay una mensaje detrás de tu mirada. No te esfuerces. No hace falta hablar. Yo sé que me querés mucho, pero yo te quiero más. Mucho más.
El otro día, buscando las llaves del portón, encontré en el cajón de tu mesita de luz un dibujo que te había hecho en séptimo grado. No pude creer que, todavía, lo guardaras. Se me llenó el corazón de alegría, pero al rato me invadió una tristeza infinita, de esas que nunca antes había experimentado. Es que de sólo pensar que vas a faltarme se me cierra el pecho y me falta el aire.
No llores. No me mires así y no llores porque, a pesar de que yo esté llorando, mirarte a los ojos me pone feliz.
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