En el día de la patria mis amigos y yo decidimos conmemorar la fecha en San Antonio de Areco, un pueblo ubicado a 110 Km. de la Capital Federal y a 50 de la ciudad de Luján.
Llegamos al lugar a las 12 del mediodía, aproximadamente, con claras intenciones de ir tras un buen asado.
Anteriormente, hicimos una pequeña recorrida por el centro. Caminamos por sus calles que, aún, son de tierra y conservan las características típicas de un pueblo colonial: casas color ocre, coloradas y rosas. Paredes de gran grosor, frisos con cerámicas brillosas y de tonos fuertes. Hasta aquí Areco nos abrió sus puertas permitiéndonos disfrutar de su paisaje y de su gente.
Luego de la caminata (entre gauchos y caballos que pasaban por nuestro alrededor) fuimos directo a lo que estábamos buscando: UN BUEN ASADO (ir a recuadro asado en Areco).
Nos estacionamos (y utilizo este término porque después del breve recorrido quedamos bastante cansados) frente a lo que sería el “mejor restaurante” de los pagos: “La Posta de Arequito” (ir al recuadro asado en Areco y leer atentamente, por favor). Entramos al lugar. C, dijo (con su flamante campera plateada de Ferrari que hacía que los gauchos encandilados reparasen más en su brillo que en la belleza sobresaliente de mi amiga): -“Buenas. Mesa para nueve, por favor”-.Claro, aquí debemos reparar eb un pequeño detalle. Se nos habían sumados dos alemanas (buena onda) que esperaban hambrientas su turno. Argentos como somos las invitamos a compartir nuestra mesa. -“Tienen un demora de media hora”, dijo una de las meseras. Como no teníamos nada mejor que hacer nos sentamos a esperar. M.F. (siempre dándole al blanco con el horario de los restaurantes) aseguró que a las 3 de la tarde estaríamos sentados desgustando la carne tan esperada por nosotros. Lo que M.F. no supo era lo que vendría después.
Definitivamente, a las 3 comimos lo que se podría definir como “el primer plato del día”: Locro. No olvidemos que, también, es la comida característica de la fecha. Ninguno de los comensales presentes hizo desprecio al platillo y con sus cucharas, entre carcajadas y chistes, (porque a todo esto ya habían desfilado varias botellas de Trafull) disfrutaron del momento (Me incluyo). Más tarde, llegaron las ensaladas y papás fritas propias de un buen asado.
L no paraba de declarar sus inmensas ganas de comer asado al asador. Todos asentíamos con nuestras cabezas. Algunos agregaban: “¡See. De una!”.(El Trafull ya había hecho efecto.
Cuando se hicieron las 3:30 una moza se acercó a nuestra mesa para informarnos que la carne se había terminado. Que no quedaba más asado ni nada que se le pareciese. Que sólo restaban chorizos y morcillas y que, además, tampoco había locro. En ése preciso instante todos recordamos el motivo por el cual habíamos ido hasta Areco (además de la fecha patria, obvio). Las sonrisas que reinaban en nuestras caras se desdibujaron automáticamente. Algunas aún peor, como las de L, no sólo desaparecieron sino que se convirtieron en labios apretados y puños cerrados contra la tabla. L comenzó a sonrojarse en sinónimo de bronca. En ése minuto pensé: “Se pudrió todo”. Efectivamente fue lo que sucedió.
Después, de discutir un largo rato no quedó otra que pagar la cuenta que ascendía a nada más y nada menos que $197. Si ustedes tienen en cuenta el pedido descripto anteriormente que incluía: dos ensaladas (que nunca fueron condimentadas y por lo tanto menos consumidas), dos porciones de papás (lo único rescatable, hasta el momento exceptuando el trafull que no paraba de desfilar por la mesa número 31)-(las mesas tenían un cartel agarrado con una chinche que indicaba su número correspondiente), tres locros y un agua mineral.
En consecuencia, L se puso más nervioso. Más napolitano. Desde la 31 se podían ver sus brazos que no paraban de moverse de arriba hacia abajo y, luego, en grandes círculos como si estuviera haciendo una brazada al mejor estilo mariposa.
C, en voz baja (algo mareada) me confesó: “Mmm, creo que L se está peleando un poquito. Esto termina mal”.
Finalmente, así fue. No tuvo el final que se merecía (hubiera estado bueno ver algún que otro plato volador por el restaurante). Pagamos la cuenta. Terminamos nuestros Trafull. Nos retiramos de "La Posta de Arequito” con hambre, enojados, con una desilusión muy grande por no haber comido el asado y, encima, embebidos en ése vino tinto que en combinación con el López hizo lo que yo N defino: un EFECTO SURTIDOR. Consecuencias: pagamos más de lo debido.
El Portal de Areco nos invitaba a celebrar el día de la revolución de Mayo haciendo alarde de su tradición gastronómica (asado al asador, locro y empandas de carne) en el corazón del casco histórico, mientras supuestamente nos divertiríamos con guitarreadas nostálgicas.
En el día de la patria les pido, ruego y suplico que antes de sentarse a comer un “buen asado” consulten:
“¿Madre, queda carne, no?”.
Anécdotas:
Semana de Mayo
"El gobierno antiguo nos había condenado a vegetar en la oscuridad y abatimiento, pero como la naturaleza nos ha criado para grandes cosas, hemos empezado a obrarlas, limpiando el terreno de tanto mandón ignorante."
(Mariano Moreno Mayo de 1810)
" Juro a la patria y a mis compañeros que si a les tres de la tarde del día de mañana el virrey no ha renunciado, lo arrojaremos por las ventanas de la fortaleza."
(Manuel Belgrano, 24 de mayo de 1810)
Para culturizarce un poco:
Biografía :Hipólito Vieytes(1762 - 1815)(Autor: Felipe Pigna )
Nació en San Antonio de Areco el 12 de agosto de 1762. Estudió filosofía y jurisprudencia en el Real Colegio de San Carlos. En 1802 fundó el Semanario de Agricultura Industria y Comercio. Este periódico fue un importante difusor de las nuevas ideas económicas y políticas. Vieytes fue junto a Belgrano y Labarden uno de nuestros primeros economistas y, como tal, advirtió los peligros que generarían para esta región dedicarse exclusivamente a la ganadería, descuidando la agricultura y la industria "que hace fuertes y autónomas a las naciones". En 1806 y 1807 luchó contra los ingleses como capitán de milicias. Poco después instaló una jabonería en sociedad con su amigo Nicolás Rodríguez Peña, en la actual esquina de Venezuela y Tacuarí. Esta jabonería servía de centro para las reuniones clandestinas de los patriotas. En 1810 la Junta le confió una misión en el Ejército del Norte. A su regreso fue designado secretario de Gobierno y Guerra, en reemplazo de Mariano Moreno. En ese cargo lo sorprendió la revolución de los saavedristas de abril de 1811. Fue desplazado de su cargo y desterrado. A partir de 1812, ocupó diversos cargos públicos: fue miembro de la Cámara de Apelaciones e Intendente General de Policía de Buenos Aires. Fue electo diputado a la Asamblea del Año XIII, en la que se desempeñó como secretario. Tras la caída de Alvear, fue desterrado al pueblo de San Fernando, donde murió el 5 de octubre de 1815.
Epígrafe:Los mushashos imitan a Vieytes en su recorrida por el pueblo. En la fotografía se pueden ver las distintas posturas frente a la vida.(De Izquierda a derecha:T,L,D y M.F)
1 comentario:
parece que tuvieron un lindo viaje! con mi familia quisimos ir a San Antonio por mi cumpleaños pero finalmente no pudimos viajar asi que lo festejamos con todos en un restaurante en belgrano.. comimos rico aunque me hubiese gustado irme todo el fin de semana para tomar un poco de aire y disfrutar de ese lindo pueblo
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