La Reina abrió sus brazos a su rey y le dijo: "Siempre te amaré. Por las huellas que dejaste, yo siempre me guiaré y por todos los momentos te voy a recordar y por todos los recuerdos nunca te olvidaré".
El Rey abrió sus alas y elevó su cuerpo al cielo. Con la tinta en sus dedos escribió en el firmamento: "Reina ya no puedo amarte y es difícil consolarme. Mis lágrimas son de sangre por dejarte sin amante. Ahora que soy un ángel siempre seré tu guardián".
La Reina miró al cielo con sus lágrimas secretas. "Es tan larga esta noche y el mañana nunca llega. Ya nada tiene sentido sin mi rey acá en la tierra, sólo quiero entregarte lo que me queda por dar". Tiró una rosa al cielo gritando: "descansa en paz".
Con el viento se termina lo que un día era mi vida.
Mi mundo nuevo no es refugio di no estoy al lado tuyo.
El Rey termina, cada día, de abrir una nueva herida.
"Baja aquí a rescatarme o subiré al cielo a buscarte", dijo la Reina.
Y en las noches solitarias besa el vacío en su colchón. Se siente tan lejos. En su cuarto están las sombras de un pasado sin dolor que, hoy, se adueña de su cuerpo.
Es otoño en las calles e invierno en su sangre. No deja de pensar en él.
"Con sólo mirarte a los ojos conoceré la ternidad. Quién pudiera jurar que ha sentido este fuego se quitaría del cuerpo el corazón", pensó la Reina.
Bebió del vino del olvido. En su copa entró una gota que reflejó a su Rey amandola en ésas noches de placer donde todo era terno.
"Solamente quiero amarte. ¿De qué sirve recordarte",gritó la Reina.
"Es que no puedo siquiera caminar. Puedo morir y morir hasta sentir tus alas sobre mi cuerpo. Dime como soñar sin tener que evitar este llanto por dentro", suplicó la Reina.
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