jueves, 3 de abril de 2008

El día que conocí a Susana


Si hubiera sabido que hoy era el día, habría elegido otra ropa para la ocasión. Claro, en el supuesto caso de haberlo sabido. El punto es que no estaba al tanto de lo que iba a suceder y cuando, esta mañana, me desperté para ir a terapia y después al trabajo me puse lo primero que encontré. Mi amiga MJ me hubiera dicho: “¡Ay Ninna, por favor: de punta en blanco!”
Eran las 16:30 PM. cuando la Directora de la Revista llamó para avisar que pusiéramos la redacción en orden.

En ése momento me dirigía a la cocina para hacer unos mates.
Obviamente después de semejante noticia el termo quedó a medio llenar y las galletitas volvieron al mismo lugar de donde habían salido.
Horas más tarde un Mercedes Benz azul estacionó en la cochera y mi jefa descendió de él. Segundos despúes una rubia, súper elegante, bajó por la puerta del conductor, agarró una cartera negra y saludó cuanta persona se le cruzó.
Los gritos de la gente que trabaja en el edificio comenzaron a escucharse a medida que esta mujer se acercaba a la puerta de entrada. En la redacción estábamos todas trabajando de manera muy prolija y silenciosa.
Así fue como la puerta corrediza se deslizó y apareció Susana: la única diosa (y utilizo este termino porque el de diva a ella no le gusta) que hay en este país.
Al verla me quedé pasmada. No sabía si reírme, llorar o agarrar el celular y llamar a mi vieja para decirle que ¡Estaba sentada al lado de la Giménez!
Al verla parada adelante mío pensé: ¿Por qué mierda no me vestí mejor? No importa. Se dio así, de casualidad. Por un lado fue positivo, sino hubiera llegado tarde a mi sesión tratando de elegir algo rescatable en todo mi ropero.
Tres horas. En ese tiempo charlamos, nos reímos, contó anécdotas de su viaje a la India, nos felicitó por el trabajo que veníamos haciendo y hasta me dí el lujo de recomendarle un documental que iba a cambiarle la vida: es un secreto.
Más tarde volví a casa con el tren de Martínez. Al subir, me senté en uno de los pocos asientos que quedaban vacíos y mientras el ferrocarril avanzaba pensaba en lo lejos que estamos(vos, yo, él, ella, el otro; la otra, el de al lado, el de en frente, el de atrás y el de adelante) para llegar a ser la mitad de lo que son estas personas.
Esta noche me voy a dormir contenta ¿Soñaré con ella? no sé, pero si me llama elijo la “Su”.

4 comentarios:

Hani dijo...

El gran dia!
Que dijo Su cuando le recomendaste "The secret"?

Jaime dijo...

Disfruté el relato, pero cuando llegué al punto central, aquel donde tu mente hace las disquisiciones sobre la tragedia de la incomunicación: "...mientras el ferrocarril avanzaba pensaba en lo lejos que estamos(vos, yo, él, ella, el otro; la otra, el de al lado, el de en frente, el de atrás y el de adelante).. " pero luego me desvié; no me parece que quienes se enconraban ahí distaban mucho de llegar a ser como aquella diosa (en general me intereso poco por los personajes de la farándula, si se le puede llamar así), más bien me parece alucinante el fenómeno de la distancia en la cercanía y la cercanía que en la distancia rodea nuestras psiquis, y la forma como se rompe o se consolidada, se refuerza, se anula o se potencia en un grado que jamás uno de estos personajes, tan centrados en su propia mitología, podría experimentar sin verse ahí sentado como anónimo en un tranvía.

Me encantó ese instante!

Ninna Salusso dijo...

Jaime ya te extrañaba!

Jaime dijo...

¿Cómo me ibas a extrañar si no me he ido? El silencio también habla, no? Ese extrardinario momento de silencio, cuando volvías en el tren, ¿no habló? Además, lo de extrañar, podría ser al revés....