sábado, 24 de mayo de 2008

Me cago en el amor


-“No quiero pasar esas fechas lejos de vos. No quiero que estén todos y vos no ¿No entendés que no quiero?”, repetía ella.
-“Yo tampoco quiero. Me pondría muy triste”, respondió él.



Solían tener conversaciones ilógicas, enroscadas, de esas que no se sabe bien a qué apuntan, con qué fin surgen, pero que sin embargo, una vez por día, aparecen.
Casi, casi una necesidad. Quizás, esa era la única manera de constatar que seguían vivos cuando lo poco que tenían, lo poco que les quedaba se estaba muriendo.
Charlas que no sirven para nada, mejor dicho peleas. Las que comienzan con un simple comentario,siguen con un llanto en la escalera y terminan con un “Me voy a mi casa ¿Me abrís la puerta, por favor?”.
Así, una y otra vez. Sistemáticamente.
Esa fue la receta que ellos dos supieron preparar con esmero. Un banquete digno de ser probado.
La despedida más desafortunada del mundo.
Una despedida que nunca tuvo un último beso.


1 comentario:

Anónimo dijo...

sólo para eso está el amor: para hacer cagadas, para cagarse en él, y para cagarlo...