Me duele creer todo esto. Me cuesta caminar sin mirar atrás. No puedo dejar a un lado todo lo que alguna vez pudimos ser. Los momentos por compartir, las fechas claves guardadas en un cajón, las noches de abrazos y los sueños tranquilos. Las tardes en Mar del Sur mirándonos a los ojos creyéndonos eternos. El cuarto de hotel que nos alojó y nos abrazó esa noche. La canción que escribiste en el balcón, mientras dormía y todavía soñaba con vos. Soñaba con vos.
Me cuesta aceptar que, quizás, no haya más cerros de colores, minas perdidas, ni estrellas fugaces.
Es que fue un segundo, un instante, un abrir y cerrar de ojos. El presente y el futuro que teníamos se nos fueron de las manos. Se me fueron de las manos. Los vi irse descaradamente dejándome vacía de sentido y afecto. Ahora me pregunto: ¿Cómo sigo adelante? ¿Cómo saco esas palabras de mi mente? ¿Cómo borro tu perfume inconfundible? ¿En qué falle? ¿Qué te faltó?.
Aquella tarde algo murió en mí. La luz interior que llevaba guardada en mi corazón y que alguna vez supieron elogiar se apagó para siempre.
Esa tarde fue el comienzo de mi fin y entre frases de cabecera, rastros de sonrisas y líneas dedicadas a doña nadie rompiste otro cristal de los pocos que tenía. De los pocos que quedaban.
Con esa respuesta carente de sentido quebraste nuestra historia de amor.
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