sábado, 28 de agosto de 2010
Manías de una soltera
- Canillas que no cierran bien: detesto oír las gotas que caen desde la cocina o el baño.
- Olores y más olores. Tengo una colección de aromatizadores de todos los tamaños, colores y sabores.
- Los pelos en el baño. ¡Odio los pelos!
- La pelusa. Un día me di cuenta que en mi casa había mucha pelusa ¿El motivo? la puta alfombra de mi cuarto.
- La alfombra de mi cuarto. A mis hermanos los hago entrar descalzos. "Es que acabo de pasar la aspiradora".
- El balcón. NO PUEDE estar sucio.
- Las cortinas de mi casa. De vez en cuando les tiro perfume. Por si acaso.
- OBLIGATORIO secar el piso después de bañarse, y el que haga lo contrario que se atenga a las consecuencias.
martes, 24 de agosto de 2010
Carta sin remitente
A veces intento desestabilizar mis pensamientos, los esquivo, juego con ellos, pero siempre me ganan. Nunca consigo lo que quiero. Es que lo que quiero no lo tengo. Nunca lo tuve, y no es que recién ahora vengo a darme cuenta. Siempre lo supe. Tan sólo jugué a engañarme. Como ahora. Es que no pasa un día que no piense en esto, en aquello, en lo que ya no es.
De a ratos, y sólo de a ratos, me pregunto si por si acaso te acordas de mí. Si pensás en mí. Si todavía guardás en tu memoria esa tarde que vimos esa bandada de pájaros. ¿Te acordas? Sobre volaban la iglesia del pueblo, y los mirábamos sorprendidos. Nunca ví nada igual. Casi tan lindo como tus ojos. Esos que tanto amé. De los que siempre me acuerdo. Maldito recuerdo.
Quizás, también ,te acuerdes de aquel balcón de Miramar. Estábamos sentados mirando el mar y , con el viento en la cara y algunos granitos de arena, juraste no volver nunca más. En eso cumpliste.
Tengo grabado en la memoria las veces que soñé con abrazarte y no despegarme nunca más de vos. Como las veces que quise que me amaras, que soñaras conmigo.
Sólo vos y yo podríamos haber tardado tanto para llegar al final. Aunque teníamos un mapa, hicimos más kilómetros para darnos cuenta que es imposible escaparle al destino. Siempre te alcanza. Siempre llega. Lo que nunca llega es el olvido. Por lo menos para mí.
¿Sabés que ya no tengo a quien leerle mis notas? Estoy seca de palabras y, en esta casa, reina la ausencia de inspiración. Me faltan notas y sónidos. Los acordes de tu guitarra. Tu voz entrando por mi ventana.
A veces me pregunto si te habrás olvidado de mi cara, mis ojos y mis manos. ¿Mis manos?, ¿Recordás, de vez en cuando, mis manos? ¿Mi boca?.
Perdón por molestarte, pero sólo quería saber si es que, alguna vez, pensás en mí. Si en algún momento, algo, alguien, te hace acordar a mí. Es que estoy llena de preguntas y me faltan las respuestas.
De a ratos, y sólo de a ratos, me pregunto si por si acaso te acordas de mí. Si pensás en mí. Si todavía guardás en tu memoria esa tarde que vimos esa bandada de pájaros. ¿Te acordas? Sobre volaban la iglesia del pueblo, y los mirábamos sorprendidos. Nunca ví nada igual. Casi tan lindo como tus ojos. Esos que tanto amé. De los que siempre me acuerdo. Maldito recuerdo.
Quizás, también ,te acuerdes de aquel balcón de Miramar. Estábamos sentados mirando el mar y , con el viento en la cara y algunos granitos de arena, juraste no volver nunca más. En eso cumpliste.
Tengo grabado en la memoria las veces que soñé con abrazarte y no despegarme nunca más de vos. Como las veces que quise que me amaras, que soñaras conmigo.
Sólo vos y yo podríamos haber tardado tanto para llegar al final. Aunque teníamos un mapa, hicimos más kilómetros para darnos cuenta que es imposible escaparle al destino. Siempre te alcanza. Siempre llega. Lo que nunca llega es el olvido. Por lo menos para mí.
¿Sabés que ya no tengo a quien leerle mis notas? Estoy seca de palabras y, en esta casa, reina la ausencia de inspiración. Me faltan notas y sónidos. Los acordes de tu guitarra. Tu voz entrando por mi ventana.
A veces me pregunto si te habrás olvidado de mi cara, mis ojos y mis manos. ¿Mis manos?, ¿Recordás, de vez en cuando, mis manos? ¿Mi boca?.
Perdón por molestarte, pero sólo quería saber si es que, alguna vez, pensás en mí. Si en algún momento, algo, alguien, te hace acordar a mí. Es que estoy llena de preguntas y me faltan las respuestas.
domingo, 22 de agosto de 2010
viernes, 20 de agosto de 2010
Dulce condena
A veces pienso que me van a llevar presa.
Me imagino tras las rejas, con mis discos a cuestas, las vendas por si acaso, y en el bolsillo de atrás algún que otro chocolate para enfrentar la malaria.
¿Habrá sentencia suficiente para tal delito? Mis amigas dicen que sí. A mi madre no me animo a preguntarle, su respuesta sería la misma de siempre y de sólo pensarlo me agota, me ahoga y me satura.
No es fácil la vida del condenado. Soportar que te señalen con el dedo, que te miren de reojo y comenten a tus espaldas. No está bueno confesar que no pudiste contenerte, que fue más fuerte que vos y que tuviste hacerlo.
Debilidad, flaqueza, tentación, algunos de los motivos para justificar el pecado. ¡Pero qué pecado! Cada vez que lo pienso, siento y afirmo que no voy a poder dejar de hacerlo.
Estoy condenada a caer en su trampa, a sus píes, entre sus manos, por eso, como decía la canción que escuchaba mi nonna : "¡Arrésteme, sargento! Arresteme y póngame cadenas. Si soy una delincuente, que me perdone Dios".
Me imagino tras las rejas, con mis discos a cuestas, las vendas por si acaso, y en el bolsillo de atrás algún que otro chocolate para enfrentar la malaria.
¿Habrá sentencia suficiente para tal delito? Mis amigas dicen que sí. A mi madre no me animo a preguntarle, su respuesta sería la misma de siempre y de sólo pensarlo me agota, me ahoga y me satura.
No es fácil la vida del condenado. Soportar que te señalen con el dedo, que te miren de reojo y comenten a tus espaldas. No está bueno confesar que no pudiste contenerte, que fue más fuerte que vos y que tuviste hacerlo.
Debilidad, flaqueza, tentación, algunos de los motivos para justificar el pecado. ¡Pero qué pecado! Cada vez que lo pienso, siento y afirmo que no voy a poder dejar de hacerlo.
Estoy condenada a caer en su trampa, a sus píes, entre sus manos, por eso, como decía la canción que escuchaba mi nonna : "¡Arrésteme, sargento! Arresteme y póngame cadenas. Si soy una delincuente, que me perdone Dios".
Bomba de humo
Sí, si, señores, una vez más, vamos a hacer lo que tan bien nos sale.
Esto es así: ¿Ves esto? ¿Lo ves? ¿Me ves? ¿Me estás viendo?
¿Me viste bien?.
Ok, acá estoy y acá...no estoy.
¡Chau, me fui!
Esto es así: ¿Ves esto? ¿Lo ves? ¿Me ves? ¿Me estás viendo?
¿Me viste bien?.
Ok, acá estoy y acá...no estoy.
¡Chau, me fui!
miércoles, 18 de agosto de 2010
lunes, 16 de agosto de 2010
En el ring
Y ya está. Ahora es demasiado tarde y estás acá.Parada frente a tu contrincante, lista para tirar la primera mano, dar el primer gran golpe, y si en una de esas, resulta que quedas contra las cuerdas, tenés que hacer lo que te enseñaron: salir, correrte y volver al combate.
Pase lo que pase, tenés que seguir. Con el corazón en la mano, pero de píe. Pase lo que pase.
Pase lo que pase, tenés que seguir. Con el corazón en la mano, pero de píe. Pase lo que pase.
viernes, 13 de agosto de 2010
Secretos sobre el escenario
Que nos miremos de reojo, sin que nadie se de cuenta,
esa imágen... la llevo conmigo.
domingo, 8 de agosto de 2010
Abrir la mano
Las gotas caían, lentamente, una detrás de la otra. En la habitación había un absoluto silencio y mi padre descansaba, mientras yo contaba cada una de las gotas que caían en el tubo que estaba conectado a su brazo.
Era de noche, una más en el sanatorio. Las enfermeras ya me conocían, y los doctores también. Es que mi padre estaba internado desde hacía 15 días, con ánimos de mejorarse. Tal vez, quizás.
Y fue esa noche, en la que mi padre me preguntó cómo había llegado hasta ahí, cómo estaba el clima y me rogó que, por favor, lo devolviera a su casa.
Fue esa noche cuando, entre gota y gota, corrieron el velo que tenía en mis ojos y pude ver con claridad la situación. Fue en ése preciso momento que me dí cuenta lo equivocada que había estado al creer que el blanco era blanco cuando en, realidad, era muy negro.
Esa noche acepté que no hay peor ciego que el que no quiere ver y que, por más que le hubiera rogado, nunca habría estado ahí para abrazarme y sostenerme en esa situación.
Esa noche, por fin, lo solté para siempre.
Era de noche, una más en el sanatorio. Las enfermeras ya me conocían, y los doctores también. Es que mi padre estaba internado desde hacía 15 días, con ánimos de mejorarse. Tal vez, quizás.
Y fue esa noche, en la que mi padre me preguntó cómo había llegado hasta ahí, cómo estaba el clima y me rogó que, por favor, lo devolviera a su casa.
Fue esa noche cuando, entre gota y gota, corrieron el velo que tenía en mis ojos y pude ver con claridad la situación. Fue en ése preciso momento que me dí cuenta lo equivocada que había estado al creer que el blanco era blanco cuando en, realidad, era muy negro.
Esa noche acepté que no hay peor ciego que el que no quiere ver y que, por más que le hubiera rogado, nunca habría estado ahí para abrazarme y sostenerme en esa situación.
Esa noche, por fin, lo solté para siempre.
viernes, 6 de agosto de 2010
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