viernes, 29 de julio de 2011

Reina Batata

El fantasma


Me oprime, me quita el aliento, la respiración. Duele en lo más profundo, en lo más superficial. Gira por mi cabeza, da vueltas por el cuarto. Aparece en la cocina, en el balcón y en la terraza.
Me sigue a donde voy. Corre conmigo por todas partes. Lo extraño de todo esto es que ya no está presente, ni por acá, ni por allá. Pero está.
Desde mi ventana veo la sombra, siento sus pasos detrás de la puerta y escucho los ecos de aquel paredón.
Entonces me siento, rezo, pido y espero. Lo intento, juro y deseo. Pero nunca sucede. No desaparece. Sigue ahí. Hoy como ayer, espera en la puerta y sale conmigo, una vez más.

sábado, 16 de julio de 2011

miércoles, 13 de julio de 2011

La simuladora

Hace un tiempo recibí un comentario, en este mismo blog, de alguien que me recomendaba dejar el periodismo y dedicarme a otra cosa. En ese momento me enojé mucho e incluso creo que lo/la putié y hasta pensé en mandarlo/la a la mismísima mierda por ignorante, por no tener noción de lo que es una vocación.
Ahora pienso que, tal vez, ese mensaje no era más que una señal, alguien que me conocía en profundidad y que intentaba que, de una buena vez por todas, abriera los ojos para darme cuenta de que ése no es mi mundo. Comienzo a creerlo.
Resulta que me dí cuenta que no tengo las agallas para ser tan desalmada y mandar al muere a mis pares. Que todavía sigo creyendo en la palabra de los otros, que no me da la cara para hablar pestes de alguien y hacerme la desentendida para obtener algo a cambio. Sucede que para ganar este juego hay que tener garras y colmillos, y yo sólo tengo lo primero que, por cierto, a esta altura ya no sirven de nada.
Ahora que ya sé que me han cagado por todas partes, en todos los idiomas y en todos los colores me pregunto cómo hago para seguir adelante. Cómo simulo que nada pasó y que tengo semejante puñal clavado en la espalda.
Me sobran las ganas de sacarme un pasaje e irme bien lejos, dejarte colgada en la fecha indicada y meterte tus mil y un promesas por los ojos. Dejarte ciega, sorda y muda para que no puedas seguir diciendo las barbaridades que decís.
Puede que esté equivocada y que me esté desayunando una que se venía cocinando a fuego lento y con pimienta. Puede que haya nacido en el lugar y en la fecha equivocada y hasta que esta no sea mi profesión, pero alguien tiene que ponerte un límite.
Sé que esto es así: hay que poner la cabeza y aguantar el tirón. Es la ley de la selva y yo estoy fuera. Say no more.